domingo, 9 de septiembre de 2007

Confrontación cultural en la escuela. Hacer los deberes o construir dignidad

Suplemento Digital de la revista La Educación en nuestras manos N° 39; agosto de 2007

¿Cómo encarar la diversidad cultural en las condiciones en que hoy se desarrolla la tarea pedagógica?. Desde diferentes realidades, cinco docentes hablan sobre la relación cultural entre el docente y los chicos en una escuela presionada a convertirse en instrumento de exclusión social.

Reportaje a María José Garófoli, Analía Schönfeld, Marina Mapelli, Liliana Stella y Mariana Altamiranda.Revista "La Educación en nuestras manos", N° 54, marzo de 1999.

La Educación en nuestras manos: ¿Qué nos pasa a los docentes cuando nos enfrentamos con alumnos con quienes tenemos una diferencia cultural?María José Garófoli: Lo más grave que nos pasa es pensar que la de ellos es un subproducto de la propia. Y que tenemos la obligación de darle todo lo que el barrio o la familia de donde vienen no les ha dado. Como que ese chico es una especie de careciente total. No lo vemos como otra cultura, sino como que les falta cultura.Analía Schönfeld: En general los que trabajamos en zonas periféricas y aunque no lo querramos, caemos en autoritarismo; nos sentimos los dueños de la verdad. Pensamos: "pobres, los tenemos que ayudar porque no saben". Nos cuesta pensar que todos tenemos un montón de saberes que podemos aportar. Y que tenemos códigos diferentes al de los chicos; muchas veces con muy buena voluntad preparamos un aprendizaje significativo pero ¿significativo para quién?M.J.G.: Hay dos cuestiones en esto: lo que uno puede entender qué le pasa al chico, y lo que uno entiende que el pibe debe modificar para ser aceptado. Puedo entender al pibe, incluso si hasta tiene razón en algunos cuestionamientos y sólo lo puede expresar rompiendo vidrios o puteando a la directora. Pero siento que estoy obligada a hacer que este chico pueda expresar lo mismo de una manera aceptada socialmente. Cómo hacemos para llevarlo a que no sea eternamente un marginal o un inadaptado. Hay un sector dominante en la sociedad que es el que excluye, nosotros tratamos de instrumentarlo para que se incluya. A veces entramos en contradicción y para instrumentarlo necesitamos avasallar su propia cultura. ¿Cómo hacerlo sin desvalorizarla?.Marina Mapelli: A mí me pasa que, porque provengo de un sector marginado, siento lo importante de nuestra tarea para que toda esta gran masa de personitas marginales que tenemos en cada escuela no queden afuera de la educación. Tenemos una herramienta muy grande que es poder entrar en cada barrio, en cada familia. El problema es cómo saldar la angustia, la frustración, la impotencia que nos da no poder lograr que un pibe, porque se nos duerma, no aprenda o que porque intercambie las zapatillas con el hermano no venga a la escuela. Si cultura es la forma de vida de un pueblo, no es la misma cultura la de un chico que vive en Jujuy, en Capital Federal o en La Pampa. Son distintas las creencias, las formas de vestir, el hábitat. Podemos hacer lo que nos manda la Dirección General de Escuelas, imponer bajo los CBC la cultura del modelo que se está armado; o podemos hacer algo superador que es tratar de entender lo que trae cada uno, respetar esta diversidad y construir un proyecto distinto, que es mucho más difícil y más comprometido.A.S.: Tenemos que tratar de que el chico recupere la dignidad; él y la familia. Dignidad de todos sus saberes previos, de todo lo que trae como cultura. A veces, por desconocimiento o por el ir y venir de cada día, no tenemos en cuenta toda esa riqueza. O quizás él no lo puede expresar y necesite que le demos las herramientas para poder entender y transmitir esta información que tiene.A propósito de dignidad, me comentaron de una indicación que vino de Inspección, acerca de la evaluación del 3er. Ciclo; algo así como que hay que hacer lo imposible para que los chicos aprueben. ¿Qué dignidad le podemos dar a un chico si le decimos "mirá, no sabés lo que tendrías que saber pero vas a pasar lo mismo"?.M.J.G.: A veces los pibes de los barrios -incluso los que son producto de esta realidad, que se falopean, que roban en el propio barrio- después van al centro de la ciudad y se convierten en nada. Este problema lo vemos en algunas escuelas: los que salen de 9no. y tienen que ir a la secundaria, no se animan a salir de ese lugar, porque les da seguridad. Tienen ahí un lugar de poder, una forma de relación con el mundo que a uno le cuesta entender; si se va de su barrio pierde su identidad y no entiende cómo ubicarse en el mundo. La escuela tiene que darle esa posibilidad, reforzarle la identidad y que sea él mismo en todos lados, que pueda expresarse en diferentes situaciones. Liliana Stella: Este fue el tema central de todo el año en muchas escuelas. La cuestión de la función de la escuela y la confrontación de las culturas distintas de los docentes y de los chicos, en un momento donde el sistema nos presenta un modelo de exclusión social, se hace más crítica. Lo vivo en la escuela especial donde trabajo, donde hay desde ya una exclusión por ser discapacitados, que se acentúa por esta realidad socio económica y cultural en la que viven. Sumado a esto está la gran cantidad de alumnos que tiene que tener la maestra, que en el caso de las escuelas especiales antes era de 5 chicos y hoy pueden ser 15 ó 20. Esto hace que el docente a pesar de querer dar una respuesta quede imposibilitado de hacerlo por más voluntad que tenga. O si en el aula tiene un chico con problemas de conducta se hace insostenible poder manejarlo; termina siendo el chico a expulsar porque no se lo puede contener dentro de la institución.Este es otro de los graves problemas del que los educadores tenemos que tomar conciencia: una parte de la docencia tiene actitudes reaccionarias, expulsivas. Que se tapa muchas veces diciendo: "yo quiero enseñar pero no me dejan..." o "le vengo a enseñar y este chico dice palabras obscenas, no respeta las normas de conducta que tiene que respetar". O esa terminología de "pobrecito", "éste es un inútil", "éste se gasta el dinero en cigarrillos", y todas esas valoraciones que marcan un rótulo.Hay docentes que tienen más conciencia pero que son rebalsados por las condiciones en las cuales el sistema los pone a trabajar; la dinámica te chupa tanto que a veces uno entra en un accionar que no es el adecuado; como cuando desde el Gabinete le planteás a los padres que el chico tiene que ir a un psicólogo, y no ves la realidad de esos padres que no tienen un mango ni para tomar el colectivo. Mi conciencia queda salvaguardada, pero no es una alternativa para ellos porque no la pueden cumplir.A.S.: Se nos pide que resolvamos los problemas como podamos. Por lo general las escuelas de las que estamos hablando, son las que tienen millones de problemas que nos superan, y que si nos comprometemos con los mismos terminamos agotados sabiendo que si solucionamos algo habrá sido sólo el 10%. Al mismo tiempo en las escuelas periféricas -yo ya tengo cierta antigüedad y lo estoy haciendo por elección- generalmente iban a trabajar los que recién se recibían, porque eran las escuelas que no se cubrían. Por un lado el sistema nos pide que resolvamos todos los problemas sociales y por otro lado lo único que se le ocurre para solucionar el hecho de que no vayan maestros a esas escuelas, son los porcentajes en los básicos. Esa también es una desvalorización cultural, porque no está diciendo: "vamos a capacitar personas para que puedan solucionar problemas de esta comunidad", sino: "le damos más plata, pero vayan". Todo tiende a que desvaloricemos el lugar donde estamos trabajando.Mariana Altamiranda: Yo empecé trabajando en una escuela de alto riesgo y la primera vez quería salir corriendo. Porque tienen una cultura totalmente distinta, a la que yo no estaba acostumbrada. Desde la música hasta los olores, todo fue muy chocante. Con el tiempo me fui acostumbrando, hace seis años que trabajo allí. No la elijo sólo porque me beneficia el porcentaje extra, si no me interesara trabajar con esos chicos ya me hubiera ido de ahí hace tiempo. No es fácil aguantar las cosas que uno ve todos los días: la problemática de la droga, del SIDA, de las violaciones. No sé si tenemos las herramientas para hacer algo. Me parece que lo que tenemos que hacer es que ellos puedan seguir siendo ellos en cualquier lado, obviamente con algunas pautas mínimas de convivencia. Por su parte, siendo yo maestra de plástica, se me hace muy difícil enseñar cultura, cuando los chicos vienen más que nada a comer. No les interesa ni la cultura ni las matemáticas ni la lengua, vienen porque necesitan un par de zapatillas, o la merienda reforzada.M.M.: No podemos imprimir una cultura al otro, pero está claro que un pibe que lee, que se expresa, que reflexiona, que puede llegar a tener un pensamiento crítico tiene más posibilidades de defenderse en la vida; mucho más para el que no tiene un "papito", una "mamita", una "casita" organizada, como dice Moffat.L.S.: Para poder definir qué herramientas o qué instrumentos necesitamos primero está definir cuál es el proyecto de escuela que queremos; recién ahí podemos definir las herramientas.M.J.G.: Uno siente que necesita capacitarse, saber, porque hay una vorágine de información que a uno lo excede. Pero muchas veces no sé qué cosas necesito saber hoy que me sirvan como persona y también para el quehacer de la escuela.A.S.: Lo que la Reforma ha traído son los CBC. Todas las capacitaciones que hasta ahora he conocido rondan en refrescar esos contenidos, o aprender contenidos nuevos como para poder transmitirlos. Pero lo que se deja de lado es el tema del manejo de la información y de la comunicación. En la escuela hicimos un proyecto de mediación escolar y nos dimos cuenta que más allá de contenidos acerca del tema nos hizo falta aprender mucho sobre teoría de la comunicación y darnos el espacio para hablar entre nosotros. En el sistema se están acotando cada vez más esos espacios, no hay forma de que podamos reflexionar acerca de nuestra tarea diaria.M.J.G.: Hablamos de la falta de comunicación con los pibes, con los adolescentes, pero he transitado por escuelas donde el maestro que tiene 25 años de antigüedad no se entiende con el que recién ingresa. Más allá de que la formación de cada uno haya sido diferente, tendría que haber un espacio común donde nos podamos entender todos. Y esto no sucede. Si seguimos haciendo los deberes en las escuelas y hacemos lo que nos manda la DGE, si cada uno se las arregla como puede y cierra las puertas del aula porque resulta más sencillo, son cosas que nos cargan de una frustración muy grande a nosotros y a los pibes.M.M.: Quizás algún camino sería seguir agudizando todo lo que tiene que ver con nuestra sensibilidad sobre la base del respeto mutuo, la creatividad, la búsqueda de enseñar y aprender. Incluyéndonos dentro de su comunidad, aceptándola, como lo hace el pibe con nosotros y tratar de que su forma de vida sea respetada genuinamente. Volver a lo más sencillo, a aquello que nos hacía sentir felices adentro de la escuela. Porque ir a ese lugar, estar con esos compañeros, me tiene que producir placer; y quizás no tenga que ver tanto con la capacitación.M.A.: Para los maestros especiales es mucho más difícil encontrarnos. Muchas veces los docentes están esperando en la puerta del salón cuando termina el recreo para ver si llegamos, porque en la escuela donde estoy no tienen recreos libres, no hay un momento donde juntarse, entonces esa es la hora que ellos utilizan para hacer las cosas que les piden desde dirección o simplemente para juntarse con otro y tomar un café. Yo no sé cómo integrarme al resto de mis compañeros.L.S.: El tema de cómo nos han cercenado la posibilidad de comunicarnos es el eje de toda la opresión del sistema sobre nosotros, esto de haber perdido los espacios dentro de la escuela es un reclamo permanente. No tenemos incorporado cuáles son nuestros derechos. Pelear por ellos sería enseñarle y transmitirle cultura al chico. Transmitir con el ejemplo es la mejor manera de transmitir la cultura, es con conductas, con actitudes, qué es lo que hago yo por lo mío. Tenemos que empezar a concientizarnos y a tomar esta actitud crítica. Sacar fuerzas para recuperar lo que nos han ido quitando. Y la fuerza te la da la convicción.Héctor González


PARA QUÉ Y PARA QUIÉN"La mía es una escuela donde siempre hay vacantes, nadie quiere tomarla, existe temor. Hay quienes duran un día. Esto tiene que ver con la realidad de la escuela, pero también con el hecho de no conocer la realidad de estos chicos, su historia, de dónde vienen. Yo llegué en el año 96, a un sexto grado. Era un día de lluvia y los chicos estaban en el techo; tiraban botellas, algunos no entraban al grado. El primer mes no "trabajé" nada, más que los valores y el afecto; no les podía encontrar la vuelta.Los primeros días los invitaba a entrar, a decirme su nombre, y a contar su historia. Los buscaba en los techos, los acariciaba, los tocaba; el contacto físico era muy importante desde el respeto. También contarles quién era yo, que tenía muchas ganas de ir a esa escuela, que estaba esperando encontrarme con ellos. Empezaron a contarme cuántos hermanos tenían, que hacían a la tarde, como trabajaban sus familias. Se fue dando una relación de confianza. Comenzamos a trabajar desde la palabra, había chicos grandes que apenas se habían alfabetizado. Todo desde lo oral para luego con mucho amor y desde la confianza comenzar a escribir.Por supuesto que teníamos situaciones de violencia. La propuesta era charlar de todo lo que les pasaba; lo que es el sexo, el amor, ser homosexual, las diferencias, el respeto. Había en nuestra relación mucho amor; a ello nadie se resiste. A partir de charlar estos temas, en particular el de la droga, surge el proyecto de hacer una murga. Hicimos desde las remeras hasta las letras de las canciones. Me conecté con gente de una murga, "Mala yunta", que me ayudaron en las cuestiones específicas. Surgen así "Los exterminadores de la droga".Otros docentes de la escuela se fueron acoplando, porque sino no sobrevivís. Con una compañera hacían la música, con otra los trajes; eso nos fue nucleando, teníamos claro para qué y para quién estábamos trabajando. También hubo un grupo de docentes que quedó al margen, son las dos caras de la moneda. Finalmente se decide ir a un concurso sobre el tema droga en una escuela privada, y aunque no habían llevado una monografía, ni un gráfico de barras, tuvieron una mención especial. A partir de esto nos llaman de la Universidad de Buenos Aires para actuar en el Parque Lezama. Fue muy importante para todos."Marina Mapelli

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